Me quito los besos, esos tuyos de labios rojos, de diferencia
me los quito y los pongo todos en esa caja, junto a la piedra blanca, no recuerdo qué era.
También junto al primer bacio, el último, de papel plateado
y los búhos, y mi anillo mágico que casi me robaste.
Me quito tus caricias sobre mi cara, suaves, de mirada clara.
Me las quito y las cuelgo en el perchero de sonrisas,
apago el incienso.
Y mientras se me quebranta el corazón a cada paso,
recojo en silencio uno a uno el aroma del café,
el humo del sándalo,
la suerte del jade,
y el reconfortante placer de tus historias recién hechas.
Igual, lo dejo.
Y miro por última vez todos los amaneceres desde tu terraza
archivo tus te quiero en el fondo de mi memoria
y me quito esa sensación de pertenencia
esa ilusión de destino que recorría mi cuerpo bajo tus sábanas,
la chiquillería de creernos conectados en el tiempo pasado y por venir.
Igual, me miro el amor. El tuyo. Y lo dejo.
Busco sus costuras sobre mi cuerpo
y lo rasgo de arriba abajo hasta que se me caiga a tiras.
Hasta que vagabundee enloquecida del dolor que me provoca
cada gota de tu amor que se derrama.
Igual, lo hago.
No sé, cómo.
Quitármelo sin desaparecer.
KPV Febrer/2016
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