mirando cómo el día enrojecido
irrumpe furiosamente sobre el mar
ahí abajo en la ciudad salina.
Y no distingo
su belleza innata
del placer de rememorar
el amor que sentí
envuelta en sus colores.
Sonrío tristemente
pensando que siendo tuyos
jamás los disfrutastes como yo
aún viviendo tan cerca de la orilla
pero siempre de espaldas a ella.
Y comprendo con un suspiro
que nunca dejará de dolerme, a ratos sueltos,
saber que nunca fuiste capaz de quererme
aunque viviste junto a mi amor,
pero siempre de espaldas a él.
Aún así..
¡Qué maravilloso placer haber amado!
Por eso,
mientras me deslizo calle abajo
hacia el cielo enrojecido
tu recuerdo es una suave tobogán a la alegría.
KPV Març/2018
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