Porque hace preguntas, requiere razones y obliga a cambiar cosas de sitio.
Es un sol caprichoso
y cree que sólo mirando lo sabe todo de hacer mundos.
Así que los hombres-Sueño extraen en la oscuridad
los mapas de tierra y verde
y los lamen con suave distracción para extenderlos,
para atenuar arrugas adoloridas.
Mientras, el cántico empieza a reverberar sobre sus pieles,
sobrevuela sus cuerpos y aúlla al vacío hasta ahuyentarlo.
Prepara el espacio y cuenta:
que los mapas deben soñar para permitir que todas las cosas puedan ser posibles.
Dispersa los límites y recuerda:
que los mapas han de correr, extraviarse. No temer.
Y así los hombres-Sueño desplegan el mundo.
A veces dos mapas se besan y se estrechan fuertemente
para esconder sus oídos y no saber. No volver a viajar solos.
Entonces los hombres-Sueño sumergen palabras de agua,
suaves ruegos que dibujan en los corazones de los mapas:
la llegada de hermosas criaturas que danzan,
de delicadas estructuras que llenaran de dulces olores su vientre,
y suspirando quedamente hunden
los dedos de su lengua
con decidida eficiencia.
Algunos cuentan que han visto a dos mapas que jamás se separaron.
Perder sus nombres, borrar sus límites hasta convertirse en otros.
Entonces los hombres-Sueño celebran la unión que permite
desaparecer
y volver a ser.
Y en esa noche de alegría reconstruyen los cánticos-Mundo.
KPV Octubre/2013
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