abrazarte
sostenerte las dudas
y meterlas en la salsa de tomate.
En el gazpacho de sandía
metí las mías...
no sabía si eran dudas de postre o de aparcamiento
pero se me llevaron las ganas de verte con prisas,
sin tiempo para saborear lo nuestro.
Así que olvido echar las excusas
y las guardo de quilitos de más, en mi cintura,
que aprietas con tus risas
tanto tiempo
que mi envoltura cae entre tus manos.
Tan fácil es, tan bien sabe,
que me desnudes con tu mirada aguda.
Despertarte
en el excéntrico mundo de los ilusionados
donde las orugas danzan
y las tortugas dan saltos,
para que me relates
historias de números primos galácticos
en busca de los ladrones de aceitunas.
Sonreírte
en el silencio de sus cuerpecillos adormilados
y que me arrincones
-en el ímpetu del aroma del café-
para borbotearme besos de galleta sonriente.
Entonces mezclo las piernas,
las mezclo y las abrazo sobre ti,
cuando comprendo,
que es el amor constante
el que me libera de cualquier mal que se me cuele dentro.
Ser
poeta de arroyos y niña,
no importa si todo junto,
pues las semillas siguen creciendo
y yo sigo cantando radiante sobre mi bicicleta.
Serte
compañera de viaje.
KPV Juliol/2016
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