Intento estimular sus risas para delinearlos, hacerlos partícipes de la luz y así cognopresarlos.
Retenerlos en el entendimiento. Y dejarlos marchar con la anilla del ya te conozco es sus patas.
Entenderlos busco,
para que la ansiedad, pequeña y cabrona compañera de mis orejas,
se harte, se inunde de respuestas, se le pegue la boca a la panza gigantesca y enmudezca para siempre.
Pesada!!
Entiendo que soy poco más que unas células bien acompasadas,
habituadas a sentir en conjunto bajo los vaivenes del suceder.
Me pongo a tiro, para que me caigan experiencias desconocidas
para vibrar en positivo cuando la piel, irritada, se suavice,
las heridas se reparen y casi desaparezca su rastro,
y mirar atrás ya no sea un crujido amorfo que me dobla el ánimo
y se zampa mi lógica de superviviente.
Y mirar adelante ya no es coger la oca y volver al uno.
Como cualquier superviviente.
Una es lógica porque aprende.
Si todo el devenir, es un trasiego de todo.
Si todo lo que puedo esperar, también se marchará algún día...
entonces... ¿qué soy?
¿Aspiramos a algo más que a ser intersecciones?
Una vez quise amar a un hombre que me abandonó antes de tocarme. El alma.
Su miedo a perder, lo llenaba todo.
Hasta mi júbilo pesaba demasiado bajo su torpeza temblorosa.
Vivía en una encrucijada.
Bajo los cañaverales de la desconfianza.
No quiso someter su fuerza a bifurcaciones más allá de ese punto.
Si el camino siempre había de partir, él decidió no caminar.
Y seguí tropezando con mis ramales,
Elegí, sin él.
aprendiendo de mis divergencias,
llorando con cariño mis divisiones.
Ahora, como entonces, los misterios me parecen tan deseables.
Gravemente ansiosa,
los espero en esta cuneta llena de fastidiosos huesos puntiagudos.
Señal, quizás, de algún cobarde, puntualmente valiente, que decidió digerir sus misterios.
KPV Maig/2016
