divendres, 18 de març del 2016

El viento

El viento.
El viento inunda mis entresijos,
aligera la falda de mis decisiones
insufla de duende mi trayecto,
para destensar las amarras de mi deseo.

Domina los puentes, envuelve mis líos,
ahuecando las rocas, amuebla mis bosques.
Peinando la noche, acobarda al sendero, para que se ofrezca.
Lustra los troncos, alinea las hojas en cortejo.

Todo listo.

El viento me lo trajo.
El viento interseccionó
mis pasos nostálgicos
con sus canciones de barcos entrando a puerto,
mis espacios en blanco
con los borrones de un espíritu, el suyo, digno de contrafuertes y egos malditos.
Mis ansias
con algunas visiones suyas. ¿O eran mías?

Después y durante, cesó.
Dejó que nos desordenáramos.
Dejó que mezcláramos verdades y besos falsos,
o falsas verdades y verdaderos besos de afecto.
Que ensortijáramos recuerdos olvidados y presagios,
para construir respuestas, adivinar barrancos y alegrías arrinconadas.
Dejó que nos crecieran huellas, que nos saliera huecos,
que se nos cayeran allí algunos atardeceres abrazados contra las nubes enrojecidas.

Dejó la ausencia del viento,
que creyera en sus ojos y amara aquellos silencios intensos
que destruyéramos la soledad de dos niños,
que robáramos un tiempo inmóvil,
que deseáramos no avanzar nunca.
Detenernos y creer que duraría, nos dejó el viento.


Pero el viento siempre vuelve.
Siempre se levanta la mañana última.

El viento devuelve ahora al agua un papel enamorado
diluye sus palabras que ahora ya no significan nada.
Nada valen.
Ni su silencio.
Disuelve el agua una tinta que se esforzó en ser simiente, testigo de un sentimiento
sincero
resuelto.

El viento se lo llevó.
Destrenzó nuestro contacto con la facilidad de los nudos
poco prietos,
con la desenvoltura con la que se hacen las cosas entrenadas,
repetidas tantas veces, que ya no las piensas,
que ya no las sientes.
Desarmó, desvistió, desenredó,
deshizo lo hecho, sin cesar de soplar, sin dejarme saber,
si se hubiera quedado,
de no ser por el viento.

Pero con sólo besos, no se acalla al viento.

Inunda mi ternura,
calma el vibrar de mis sucesos,
me murmura un nuevo rumbo.
Reordenando mis bosques, acalla los suspiros
detiene el repiqueteo de las asustadas flores
y las devuelve al sendero, despeinado,
escondido ahora bajo las hojas y las piedras entrelazadas.
Tensa de nuevo las amarras de mi deseo,
y me restituye el poder de mi mundo,
el viento.

KPV Març/2016